Hay veces en las que pienso que sólo debería de coger el tren para rematar cosas de mi siguiente libro. Una vez escuché que en los aviones es donde mejor escriben los escritores porque están en la mayoría de las ocasiones solos consigo mismo y ante una situación que no pueden controlar. Esto ya daría para otra columna, encontrar la lógica de las encuestas/estadísticas que nunca sabes cómo recaban los datos porque a ti nunca te preguntan pero el caso es que son todas muy certeras y con certificado de Harvard.
Ayer cuando me monté en el tren no hizo apenas ni medio kilómetro cuando me vino la inspiración a través de la megafonía, sí, esa que suena cuando lo único que quieres es que te dejen tranquila para echar la primera cabezada del día o esa mítica frase de madre ‘es la primera vez que me siento en todo el día’ para acabar con un no me vengas gritando con ‘ladies and gentlemen’ y seguramente el título de una película que no verá nadie salvo tu compañero de asiento que se empezará a reír a carcajadas cuando tu cabeza esté a punto de rozarse con tu hombro.
Pero resulta que Renfe ha decidido alargar su discurso con un ‘no dejen maletas que interrumpan el paso, deben colocarlas en los departamentos adecuados y las pequeñas en los altillos de cada vagón’. Me pregunto que exceso de equipaje debemos llevar últimamente para que la línea ferroviaria tenga que anunciar eso por megafonía.
Algo que debería primero ser de educación no tapar los accesos y segundo si no caben ¿es que llevamos exceso de cosas? ¿por qué no tendemos a simplificar no una maleta sino una vida en general? No quiero saber cuántas veces repetirá la azafata estas Navidades eso de por favor, las maletas déjenlas en sus compartimentos, no taponen las entradas ¡Es que no caben! ¡dónde la meto! ¡Y qué hago con la maleta! He visto verdaderos baúles de la Piquer para pasar unas Navidades de una semana, no sólo llevamos exceso de equipaje sino exceso de muchas cosas que no tiene la importancia que les damos.
Viajamos por la vida con cosas que no son necesarias, incluso podríamos hablar de los lastres que no son materiales pero me parece meterse muy en profundidad en un tema de muy largo desarrollo. Claro que es verdad que necesitamos la mitad de esa maleta, a la vuelta de Navidades bien podría haber excepciones, de peso y de los restos que tu madre te ha metido en ella y que el de seguridad cuando pasa por la cinta es el único que sabe todo lo que vas a comer en el próximo mes.
Ese que con la mirada te está diciendo… ¿qué suerte eh? Te llevas un pavo, medio kilo de jamón y una botella de 5 litros de aceite. Y tú lo miras como, ¿has visto en mi casa como me empaquetan a Madrid? Como la Paca Martinez Soria del Siglo XXI.
El equipaje de vuelta difiere al de la ida sarcásticamente hablando pero haciéndolo desde el raciocinio los viajes y el camino ya no son como antes. No sé si es peor o mejor yo me decantaría porque es diferente pero es verdad que todos tenemos excesos de muchas cosas que podríamos evitar, simplificar… porque venimos con nada y con nada nos iremos, así que suelta lastres y cuando llegues reparte abrazos.
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