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La crema de Preysler

No sé si habíais oído hablar alguna vez de la rumorología beauty de Isabel Preysler pero os la voy a contar. No me atraen nada los rumores pero éste en concreto sí. Es relacionado con el mundo cosmética y comprenderéis que cosmética y Preysler unido en una misma frase me suscite interés.

Hace muchos años fue vox populi que en uno de esos viajes que la Sra. principal de la jet realiza por el mundo, se ‘le cayó’ algo en la basura del aeropuerto que levantó un gran interés. Tal fue así que eso mismo hizo la que vio arrojar a la papelera semejante hallazgo, levantarse inmediatamente. La susodicha me dicen por el pinganillo de las noticias no confirmadas que se debatía entre llamar a la prensa o guardarse el secreto de la eterna juventud.

Al parecer la filipina con la cara más maravillosa de cuantas existen arrojó a la papelera del aeropuerto la crema que utilizaba para el rostro. Concretamente la caja después de que su producto se agotará y donde más tarde también lo haría en las farmacias.

No se sabe si fue una táctica de marketing o es que realmente una señora vio la receta secreta sobre la piel perfecta. Alguno habrá pensado a estas alturas del texto que esa piel es fruto del bisturí, que también y que cada uno hace lo que quiere con su vida, pues también. ¡Fíjate, fíjate!… está polioperada. Pues mire, me da lo mismo, sí, lo está ¿y? Cada uno hace con su cara lo que quiere.

Soy de las que opinan que en el termino medio está la virtud y sobrepasarse es llegar al extremo y todos los extremos son malos, que cada uno saque sus propias conclusiones. La vida de uno es de uno, si se quiere operar que se opere, no es de mi incumbencia, si fuese una persona cercana opinaría o no, porque insisto que la vida es de uno.

El caso es que la anécdota se empezó a extender y extender y durante una época tuve a todas mis amigas haciendo viajes a todas las farmacias de la capital, farmacias que escaseaban del producto e incluso muchas colgaban el cartel de ‘no hay existencias’. Se llama Xheskpon y cuesta hiper barata. No recuerdo exactamente pero no llegaba a los 6 euros. Es una crema antiarrugas y yo no comprendía como iban en masa si teníamos apenas 25 años. Yo siempre me resistí, me veía la piel porcelana, el sueño de la Preysler.

Ese es ya otro tema pero me acuerdo que sobre esa misma edad tuvimos todas una conversación seria sobre las cremas antiarrugas. Sentaos, dijo una de ellas ‘mi novio por mi cumpleaños me ha regalado una crema antiarrugas’. Yo fui de las que le dije que lo dejara inmediatamente y otras le animaron a usarla porque ya teníamos edad.

Me veía en esa misma situación y yo sólo visualizaba cómo echarlo de casa. Me pasa eso y juro que sale por la puerta. Como alguien me dijo ayer, es que Jara, es mucha Jara… Sí, tengo carácter, no es pecado.

Así que esa es la manera en las que las cremas antiarrugas llegaron a nuestras vidas, por un chivatazo aeroportuario de una crema que pasó sin pena ni gloria. Ahora la necesitamos como el comer, no porque tengamos sino porque nos da horror levantarnos y ver que las tenemos, ya hemos aterrizado en la edad y sí, estamos a punto de despegar sin vuelo de vuelta.

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Images: Pinterest

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