Hace unos meses que ando detrás de unos leggins negros en condiciones. Tengo varios de hace muchos años de Mango pero realmente están pidiendo pasar a peor vida, la basura.
Muchos domingos mis amigas y yo vamos a pasear a un pinar cercano de casa y van de lo más equipadas. ‘¿Dónde estáis? Llevo media hora esperando’. La impuntualidad de mis amigas no tiene límites, bueno sí, cuando las llamas y te dicen ‘estoy aparcando’ y realmente están saliendo de su casa. Muy mítico.
‘Estoy cogiendo la mochila y ya salgo’ ¿Cogiendo la mochila? ¿Qué clase de paseo vamos a dar? No es que me visualice con un palo y de manga corta con la chaqueta atada al culo mientras hacemos tertulia pero ¿es necesaria una mochila?
Cuando llevábamos media hora empecé a entender la mochila… Patatas, agua… yo es que he sido siempre más de aperitivo. Como cuando a la playa va todo el mundo a tomar el sol y yo a los cinco minutos estoy en el chiringuito, a mi tomar el sol me aburre y me sienta fatal a la piel.
El caso es que como digo, le empezaba a ver sentido. El uniforme de mis amigas tampoco se queda atrás y la indumentaria me empieza a preocupar estilísticamente. Tanto que he ido al Decathlon para ver si consigo parecer, al menos, que lo que voy es a hacer deporte e intentar camuflar mis pocas ganas de mover el pandero.
Este sábado a última hora de la tarde me acerqué al Decathlon que han abierto en la calle Princesa de Madrid y fue toda una experiencia. Yo quería para empezar mis leggins negros pero recordaba aquellos que se ponen mis amigas con siete millones de colores fosfóritos por si nos da por perdernos, realmente no les veo otro sentido. Yo llamar la atención andando no lo veo necesario.
Pero sí, me encantan y ya que hacer deporte me cuesta por lo menos que abra el vestidor con alegría. Me debatía entonces entre los negros clásicos para jerseys informales con zapatillas de deporte para ir a comprar el pan mismamente el fin de semana y el leggin fosfórito para luchar contra las calorías.
Entré y me vi en la obligación de hacer deporte. Es como cuando entro a la pastelería y me dan ganas de comerme todos los pasteles sin miramiento. Un día es un día. Y así hasta el domingo. Como cuando dices, mañana empiezo la dieta.
Llegué y pensé en lo poco sana que soy mirando a todos los de alrededor que solo hacían que comprar utensilios que no utilizaré yo en la vida. ¿En serio van a usar todo eso?
Me entraron ganas de apuntarme al gimnasio corriendo y más después de subir unos cuantos peldaños y casi tener que pedir la bombona de oxigeno. Eso está hecho para pecar, como cuando los carros del supermercado se van hacia la derecha. ¿Quién ha puesto allí tantos escalones? No todos los que vamos somos Rafa Nadal.
Le pregunté al dependiente por los leggins y ahí tuve ganas de tirar la toalla. De fitness, yoga, running… Le estuve a punto de decir, mire… los quiero para ir a comprar el pan pero supuse que decirle ‘no, de algodón’ era lo más correcto para acabar con la cara de lela que tenía.
Primera planta a la derecha. Uf, qué cosa más fea… No me preguntéis el motivo pero no eran los que yo recordaba. Bajé para tratar de encontrar los de colores y me empezó a agobiar la cantidad de clases, materiales y tipos de sudoración que hay para practicar un puñado de deportes.
Eso sí, vi unos patines rosas monísimos, estaba emocionada… MO NÍ SI MOS ¿la talla 40 por favor? Están agotados. Yo también señorita, yo también…
Images: Pinterest (Girls on my feet)