Me gustaría para acabar el viernes hablaros de algo que a mí me gusta mucho. Los detalles. Vivo constantemente a golpe de detalles y cuanto más insignificantes son, más me gustan. Es tan importante una muestra tan pequeña y dice tanto de las personas…
Os voy a contar un claro ejemplo que me trae muy buenos recuerdos. Y como esta, un montón de situaciones que me han pasado porque por un detalle que tuvieron ayer conmigo me ha hecho revivir el origen de lo que yo considero un acto de cariño en toda regla.
Cuando era muy pequeña mi madre me llevaba con la sillita a comprar dulces a una pastelería preciosa que había en la arteria principal de la ciudad. Era la típica pastelería de toda la vida con un olor inmejorable a todos esos pasteles riquísimos que se apostaban detrás de la vitrina. Creo que nunca seré capaz de olvidar ese olor a hojaldre y chocolate.
Como tampoco a la señora que los vendía y que acabo de saber que se acaba de retirar y me ha dado una pena horrible pensar que nunca más la veré con su bata de confitería de antaño. Tenían una maquina registradora más grande casi que el mostrador y unas columnas dóricas que impresionaban por su altura. Esa señara toda la vida se acercaba a mí y me regalaba a escondidas la primera galleta que pillaba hasta día de hoy.
Siempre que me veía era una especie de código secreto de ¿me vas a dar una galleta? No hacía falta que me dijera nada , ella en cuanto podía me daba a escondidas el dulce que quería. Así durante años en los que siempre que voy a casa rezo porque esté en la pastelería no porque me dé nada, que como digo a mis años lo seguía haciendo, sino por ver lo buenísima persona que era conmigo.
Porque no es regalar una galleta, es un acto de cariño maravilloso y una empatía de amabilidad que sobrecoge. Cuando me han dicho que se ha retirado también lo ha hecho una parte de la historia mi vida porque realmente me ha creado una ilusión por creer que sigue habiendo gente buena de corazón.
Porque un detalle es mucho más que algo material, un detalle es alegrarte por otra persona y aunque me alegro de su merecido descanso después de más años de los que debía entregada a su trabajo, me da pena que ya no la vea nunca más detrás de esos dulces.
Toma, cógelo y no digas nada. Esa frase forma ya parte de mi vida y de eso que puede parecer insignificante también me ha hecho aprender muchas cosas de la vida y como cuidar los detalles te puede llegar a convertir en otro tipo de persona.
Siempre me acordaré de ella y ahora tomando su ejemplo me gusta ser amable con los demás y tener detalles porque al fin y al cabo es lo que uno se lleva en la vida.
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