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Cosas que sólo entendemos nosotras

Soy incapaz de hacer un régimen. No sé si os he hablado alguna vez de mis intentos por adelgazar un gramo mientras me como un sandwich de jamón y queso con bien de mantequilla para que no pierda sabor.

Por no hablar de que me puse a hacer gimnasia por cuenta propia para ver si fortalecía glúteos y me acabé lesionando. Casi aparezco en los próximos eventos con muletas o en última instancia en silla de ruedas. Como dicen mis amigas ‘a ver si algún día le das sentido al termino medio’.

Si lo hago, lo hago en condiciones pero la dieta se me resiste, soy de buen comer. Me compro ropa con un pensamiento sobrevalorado. ‘No, esto adelgazo un par de kilos y me queda monísimo’ pero luego las fechas se me echan encima y no hay manera de entrar.

Entonces es cuando acudo a El Corte Inglés y le pongo loca la cabeza a la dependienta sobre bodys con espalda abierta y tres millones de características para embutir a modo de jamón de pasto bueno  mi cuerpo entero.

Es que parece que en El Corte Inglés va a haber se todo pero luego hay muchas carencias. ¿Por qué no hay bodys con espalda abierta? ‘Nos lo preguntan muchas chicas’. Dónde está ese emprendedor de la vida, ese departamento que ve filón para las ventas. Menos azoteas con vistas y más vista con las necesidades.

Pero si hay algo que destaca en la mayoría de centros comerciales son esas dependientas divinas que saben al pie de la letra tus necesidades lenceras y pasan al probador como una apisonadora en plena obra en el Barrio de Salamanca.

‘¡A ver! Trae… que yo te pongo esto bien’. Y en lugar de la hoja de reclamaciones te dan ganas de pedir el derecho a la intimidad. ‘Esta no es tu talla’. Y tú… ‘señora que sí, que le digo yo que esta es la que uso’.

Llega un momento en el que te sientes perdida y ya no sabes ni como te llamas. Te ha enseñado cinco millones de prendas y te ha cantado números como si estuvieses en el Bingo Las Vegas, que es el único que me sé porque sale por la radio y algún día de tanta emoción que le ponen cantaré Bingo en algún atasco.

‘¡Es que no os sabéis las tallas! Esa no es la tuya’. Y al final te dan ganas de gritarle que te traiga la que sea pero que no te haga pasar más bochorno. Es como cuando tu marido te pregunta qué número de pie calza y tu mente super poderosa ha de saber eso, que de utilidad tiene cero, y la contraseña de las cinco mil cuentas de correo de gmail que tienes abiertas que empiezan a ser como los por si acasos de las maletas.

En fin, que para ir a comprar según qué cosas hay que mentalizarse antes de salir de casa y sobre todo dejar la mente en blanco sobre tallajes si no quieres que te suelten eso de ‘aquí la experta quién es’ y acabes en un callejón sin salida. Sobre todo huye hacia la luz cuando te planteen algo de color visón. No sé el motivo, es debilidad de dependienta…

Images: Pinterest

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