¡Sobre todo que lleve navegador! ¿Dónde quedó eso de ir a la aventura? ¿Dónde hemos dejado los planes que se improvisan? ¿Por qué tenemos que llevar todo tan planificado?.
Hace poco leía en una reseña de un libro que ha sacado una fashion blogger en el que explica, a las personas que quieren saber sus trucos, que antes de viajar mira por internet las casas y sitios de la zona para saber los colores de ropa que tiene que meter en la maleta para que ‘peguen’ con el paisaje. Sí, es real.
Si alguna vez te has preguntado porqué sus colores instagramers coinciden en varias fotos, es por eso. Esto es algo a lo que todavía no he encontrado el adjetivo exacto. Quedaría efímero en el nuevo mundo tecnológico.
Pero volviendo al navegador, se ha vuelto un imprescindible en los viajes con amigos. Este mismo verano una amiga me sugirió que pusiera el navegador del coche y no tenía ni idea de usarlo.
Situación equiparable a ese día en el que tu madre te ha enseñado a hacer croquetas, te pones a hacerlas y sufres tal bloqueo mental que las acabas comprando en la zona de comida preparada de El Corte Inglés.
Me quedé abrumada del manejo que tenía, latitudes incluidas ¿te guías por las latitudes? Me parecería ciencia ficción, como si el de la lejía hubiera venido del futuro. No entendía nada. ¿Para qué lo vamos a poner? Sé que es a la derecha. ¿Pero cómo lo sabes si nunca has venido? No sé, la intuición quizás. No, ya no se va por la vida con eso, ahora es todo sobre seguro.
Todo lo más el que viene con el iPhone. El otro día otra amiga navegador en mano me iba sugiriendo las calles menos atascadas mientras yo iba con una presión como en una prueba de obstáculos en la que te dicen, con la A, por 20.000 euros… ¡sí!, con la L, por 5.000 euros…
A la derecha, no a la izquierda, no por esa.. ¡por esa! Estuve a punto de bajarme del coche y parar al 37 que cruza por Castellana para que me llevase a casa. Me bajo de la vida, y del coche.
El otro día escuchaba una conversación sobre el navegador… ‘cuando mi hija se sacó el carnet le regalé una guía y ahora eso donde quedó, ponemos el navegador y ya no nos fijamos ni por donde vamos y nos da igual si nos da vueltas, el caso es llegar’.
Cierto es, que antes disfrutábamos del viaje y ahora sólo del destino. No me declaro en contra de la tecnología, de hecho mi forma de vida es un trabajo muy tecnológico, como el de todos, ahora ya nada funciona sin esto pero sí que creo que hacemos de ésta no un complemento sino una forma de vida.
¡Esto nos lleva a la puerta! Gire a la derecha, en la segunda rotonda tome la cuarta a la izquierda… Recalculando ruta… Pongo pocas veces el navegador pero algún día me gritará ¡lerda! Que te he dicho cinco veces que era a la derecha. Me encanta llevarle la contraria, aunque no se entere, aunque no conteste. En el fondo igual es lo que nos gusta, que nadie nos toque la moral.
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