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El jardín del vecino

Mis vecinos dan mucho de sí. Tanto que una vez a la semana estoy pensando dedicarles una columna como sección fija. Como se enteren seguro que me toca darles una cantidad económica en compensación.

Otra cosa no pero el dinero lo llevan medido, supongo que como en todas las comunidades. El año que fui presidenta quise montar un parque temático en Navidad con unos ciervos de luces tamaño real y no sé cuantas cosas más que se quedaron en unos lazos mal puestos en las farolas.

Les dije que los ciervos tenían leds con un ahorro energético importante y al final como lo único que se les quedó fue la palabra ahorro, me tocó ir al chino a por unos tamaño Portal de Belén para la repisa de la garita del conserje.

Un poco parecido a cuando lo ves en Aliexpress y cuando te llega. Un drama vaya. Cuando mis amigos vinieron a la cena pre Navidad de casa se quedaron en ese quiero y no puedo como cuando ves a Mickey disfrazado en la Puerta del Sol y tu hijo te pregunta si es él. Un momento de tensión sin duda hasta que se quita la cabeza para beber… agua.

El caso es que el que más me inquieta es el de abajo. Vivía en Miami y todos sabemos los dos extremos que tiene esa ciudad, o te va bien o vuelves a España a tocarle las narices a tus vecinos. Su jardín era el segundo vertedero de Madrid y doña plantas, ósea yo misma, estaba por tirar geranios desde la ventana a ver si agarraban.

Mi abuela tenía ‘chitos’ que según ella agarraban siempre y gracias a eso estuvimos a nada de cobran entrada a la casa por si nos daban algún premio a mejor patio andaluz siendo del norte. ¿Esto? Pero si esto es de un chito… y mira cómo se ha hecho. ¿Quieres uno? Siempre salgo disparada como los que concursaban en el Gran Prix y les pasaban la patata caliente a punto de reventar.

Nunca se me dieron bien las plantas y mira que las cuido. Pero al de abajo se le dan peor y eso lo puedo confirmar. Cuando puso pie en territorio español y tras unas cuantas llamadas al conserje pidiendo que cogiera las riendas de su jardín y su vida, se puso manos a la obra.

Llamó a una empresa que empezaba a medir todos los días a las 8 de la mañana y yo vestida y calzada sin saber si ir a la farmacia a por lexatines ¿qué medía tanto aquella gente? ¿Qué iba a montar allí? ¿Se iba a hacer una prolongación de la casa? ¿Qué estaba pasando?

A los cuatro días un operario trajo una tela blanca ¿una tela blanca? ¿Va a montar una pista de nieve en plan Xanadú? ¿Va a hacer un centro comercial? ¿Una piscina? Qué nervios pasé durante dos semanas, más de un día estuve a punto de aterrizar sin necesidad de escaleras.

Empezaron a dividir el jardín por secciones y trajeron más piedras que en el paleolítico. De hecho vivo con el miedo que algún invitado se le caiga entre las rocas, como el temporal pero sin oleaje.

Plantaron geranios en pleno enero y claro… a estas alturas están en el cielo de los geranios. Los colocó en unas vasijas azules que cada vez que las veo impulsivamente bajo las cortinas a modo de refugio.

Es su búnker, con fuente y todo ‘made in’ Leroy Merlin. Espero que en verano no se venga arriba y compre un dron para grabar fiestas porque desde luego ni en la cantera de Nagueles de Marbella hay semejante chic.

Cada uno tiene su vecino raro, y este es el mío. Pero hay más.

Images: Pinterest

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