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Ni blanco ni negro

En mi bandeja de correo entran muchos mails al día. Una vez alguien que no desvelaré me dijo… ‘Tengo tantos correos que no tengo capacidad de leerlos todos y a veces hay cosas que se te pasan, a las que no puedes llegar’. Por aquel entonces era demasiado pipiola y pensé que se estaba quedando conmigo. Hace poco le confirmé, con un café de por medio donde volcar la empatía, que por aquel entonces fue sincera, con un suspiro que llevaba mucho de eso.

Pero hace semanas que espero uno en concreto, aunque después de escuchar a Yolanda Sacristán, actual directora de Harper’s Bazaar y durante 16 años directora de Vogue España, que tardó 10 años en conseguir a Kate Moss para la portada de esta última, estoy más aliviada.

No soy de las que se diluye con facilidad y siempre he vivido ajena a fenómenos de masas. Mi tío era un escritor de minorías, el primer español al que le representaron una obra en París y al que el periódico El Mundo le dedico tres páginas el día que falleció. Se puede decir que fue in crescendo supongo que muy a su pesar.

No me considero avariciosa ni con ansias de nada que no sea crecer personalmente pero el no por respuesta siempre me ha parecido ambiguo. No hay verdades universales, entonces ¿por qué un no tiene que ser algo definitivo?

De pequeña mi madre me ponía el chandal para hacer gimnasia en la guardería y gritaba como si estuviese en una manifestación en plena Puerta del Sol ¡Chándal NO! La monja estaba aterrada con mi personalidad. Pero el tiempo pasó y de repente un día la Haute Couture decidió que las zapatillas de deporte eran para las más fashion y ahí estaba yo con mis zapatillas quedando con mis amigas en cualquier bar de Madrid y todas dirigíendo la mirada al mismo sitio y con la misma mueca que el famoso cuadro de Edvard Munch.

Entonces Darwin apareció de nuevo en mi mente ‘Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio’. Así que ahí estaba yo recorriendo la capital en todoterreno del número 40.

Miro por la ventana, pienso que el receptor puede cambiar de opinión, las hojas de otoño caen en el jardín de enfrente y en primavera volverán a salir. Porque siempre todo vuelve a brotar y si no es esta la estación, será la que viene.

Porque desfallecer en una idea nos hace un poco más vulnerables, es como esas noches de verano en las que escuchando el sonido del mar nos invade la melancolía. Todos tenemos pánico a dejar de sentirnos vivos por eso hay que luchar por lo que uno cree, sin remordimiento y con convencimiento.

bn

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