Qué seres más complejos son los informáticos. Cada vez que uno me habla, agujas de segundero hacen redobles en mi cabeza. Cada vez que les pido ayuda me tengo que ir a por un paquete de Kleenex al Mercadona y al final les acabo poniendo un mail con el asunto: ‘Vamos a centrarnos, paso definitivo’.
Acabo loca de la cabeza, ‘tú estás mala de la cabeza illa’ que dicen mis amigas sureñas. A coger aire me fui esta mañana por el centro de Madrid. Normalmente una mañana a la semana, la que puedo, hay veces que es imposible, pero la que puedo me reservo dos horas para mí para hacer lo que yo quiera.
Ayer caí en ‘La Central’, una librería que está al lado de Callao bajando hacia la Puerta del Sol. Me gusta aparcar el coche en Princesa y subir andando la ecológica Gran Vía. Digo ecológica por su ensanchamiento peatonal que me tiene maravillada. Otro redoble de tambores. Lo más eco que me encontré fue un supermercado que se llamaba Bio c’ Bon.
Pa’ qué… bolsas de la compra tipo New York, de esas que en las pelis se les caen todas las manzanas y poca luz, debe de ser por ahorro energético y para no ver la tierra de las patatas de la huerta, que somos muy eco pero lo queremos siempre todo bien limpito. En fin, C’est la vie.
El caso es que fui hasta la librería en la que más libros de moda encuentro de todo Madrid. Y tampoco es que haya un surtido enorme pero sí más que en otros lugares. Voy de cabeza a esa sección pero también me paso por la de arte que me fascina y la de poesía que no puedo salir de allí sin haber pisado su sección. Esas son mis favoritas pero como es tan grande me paseo por todas sus plantas y se me pasan las horas volando.
Ya que estaba por la zona subí al Gourmet Experience de El Corte Inglés de Callao (planta nueve, skyline) para ver si conseguía una monada de caja de té. Sí, el té no lo quiero para nada, sólo quiero la caja. He visto que a modo decorativo queda monísimo y sólo lo venden en Londres la que yo quiero. Ya lo tengo claro después de haberme especializado en las mejores tiendas de té de Madrid.
Me fui de la sección de infusiones con cara de ¿y esto son comidas y bebidas del mundo?, lo más lejos de Alpedrete. Me fui directa a los ventanales que dan al mítico letrero de Schweppes, ya que estaba quería hacer una foto desde las alturas y cuál fue mi enorme sorpresa cuando vi a un montón de japoneses haciendo fotos. Léase la ironía. Ahí me veis peleándome para poder sacar algo decente entre cinco millones de cámaras Nikon con sus correspondientes enganches, trípodes and co, que por un momento pensé que iba a aparecer Amenábar con la segunda parte del anuncio de la lotería, porque eso huele a trilogía.
Ante tal panorama decidí bajar y al ir a cruzar el paso de cebra cientos de japoneses se bajaron del bus turístico todos pidiéndome que les hiciera una foto en la Gran Vía. No sé de que zona eran pero de alguna que había agotado palos selfie fijo. Y ahí estaba yo en mi mañana libre haciendo fotos a todos los japoneses en el nuevo acceso peatonal. Ay Carmena… que en esta posibilidad no habíamos pensado…
