Justo ayer paseaba por Gran Vía, la misma que me costó cruzarla en coche tres cuartos de hora para favorecer la afluencia de peatones que hay siempre en el carril nuevo destinado a ello, léase una buena ironía de viernes, cuando de repente levanté la mirada y vi la Casa del Libro o la Casa de Cristiano Ronaldo.
Podéis coger aire, me ha salido la frase un poco larga, son mis ansias de viernes, como el que recoge a toda prisa porque se va a Londres con el puente aéreo para pasar más rápido si cabe la Visa en Oxford Street.
Leí ayer en el periódico que ha comprado una insignia de la cultura para hacer un hotel de lujo. Ahora resulta que la Casa del Libro lo ha desmentido. ¿Verdad, mentira? Recuerdo que la de Hermosilla en pleno Barrio de Salamanca duró unos cuántos meses. O el teatro Teatriz, esquina Hermosilla con Claudio Coello, que pasó de teatro a bar/restaurante a tienda de gigante textil. Mala vida lleva esa calle.
Por no hablar de nuevo de la artería más importante que tiene Madrid, un teatro de Gran Vía convertido en un H&M. Nunca se vio colas semejantes como las que producen las colaboraciones con diseñadores véase Balmain o Versace for example. Si quedara conserje no daría crédito a los que por la mañana, cuando abren las puertas como si bajase la bola de Times Square, corren como si una prenda de Versace fuese un plan de pensiones.
Respecto a la lectura me considero un poco peculiar, compro muchos libros, leo relativamente menos de lo que me gustaría, es una contradicción acojon….. Sí mamá, eso es un PIIII. Pero tiene una explicación, no me gusta ensuciar mi propia creatividad y es difícil, muy difícil para mí comprar un libro. Por eso no lo hago cada semana o cada poco tiempo, el que compro tiene que ser una joya. Me nubla la inspiración, me la ensucia y me despista. Me gusta más leer la página de cultura del periódico o biografías si tengo que escoger.
Es un tanto raro pero hay veces que necesito estar sumamente concentrada y no quiero lectura que me estorbe ni siquiera que me inspire. Esto que comento me parecía un caso digno de estudio, que a una escritora muchas veces le molestase leer.
Recurrí a San Google y busqué entrevistas de mi tío, conocido escritor ya fallecido para saber un poco sobre sus manías que nunca le pregunté en vida. A nadie le gusta que le pregunten sobre sus manías y menos a un escritor.
Pero ahí estaba El País y su periodista con ganas de sonsacar curiosidades. Le pasaba lo mismo, pensé en llamar a la Casa del Libro para que aceptaran el cheque de Ronaldo de una forma incongruente de la que luego me arrepentí pensando que aún queda gente que no le da por escribir y estas cosas no le pasan.
A decir verdad me quedé un poco como Walt Disney o cuando uno se sienta en el AVE en pleno verano, congelada. Así llegué a la conclusión que si hay un camino igual es ese, el de centrarte en lo que quieres sin distraerte de lo importante, como la vida misma, ni más ni menos.
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