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Una historia de amor importante

No sé si leísteis mi incursión en el gimnasio pero el cuerpo me pide escribir la segunda parte. Y la mente también por eso de ‘mente sana in corpore… no sé como’. Como veis la teoría aún no me la sé y la práctica como que tampoco.

En la primera fase de lo que yo considero como el desarrollo de una historia de amor importante (la mía con el gimnasio) como toda historia de amor hay muchas tramas ‘y conflictos’. El primero de ellos, estoy agobiada sin haber pisado una clase todavía.

¿El motivo? No dejan de llamarme. Si no es para una cosa es para otra, supongo que están viendo mi amor por los aparatos elípticos y las bicis estáticas. No es que tenga mucho tiempo para atender cuestiones deportivas pero sí me lo quiero tomar en serio. Una cosa no quita la otra. Eso sí, si me llaman un día más puede ser que me tenga que meter directa a las clases de relajación con vistas a la city.

Otra cosa no pero tiene unas vistas espectaculares a todo Madrid. Uno de los requisitos al apuntarme es que viese verde por algún lado y entre la piscina descubierta y las vistas creo que mi objetivo está cumplido.

Cada día me llaman por un motivo diferente y no hay nada que menos empatía me produzca que la insistencia. Depende de para qué claro. Siempre hay matices en la vida pero la insistencia me supera. Iré cuando me apetezca, esto es una cosa que no sé si ha quedado clara.

No conozco ningún gimnasio que te llamen para ir así que espero que todos nos relajemos un poco porque aquí, la reencarnación de la Duquesa de Alba sin tierras ni posibles, no está dispuesta a que nadie le diga lo que tiene que hacer.

Creo que es porque me quieren poner un entrenador personal el primer día. Algo de bienvenida, no sé qué tipo de bienvenida es que un tío te diga lo fofa que estás. No sé si empezar saltándome las normas como lo haría la Duquesa, yo lo que quería son clases de ballet, no máquinas de esas que sólo levantan los que se compran bebidas energéticas.

Habrá que ver cuánto sueldo se me va en Aquarius. No lo quiero ni pensar. De momento se me va en la acongoja que tengo por ir. Supongo que dar el paso definitivo es el que más cuesta. Por no hablar de las clases que te vienen en el papel que eso no te lo traduce ni google.

Salvo yoga y pilates las demás son para mi clases con códigos indescifrables sólo aptas para los que llevan cinco años sudando una camiseta con fibras transpirables. Para empezar me han hecho una tarjeta con la que entrar a las instalaciones con un apellido que no es el mío.

Veremos si no me detienen nada más entrar por individua no identificada. Aunque si les doy el número de teléfono les saltarán las alarmas en la base de datos. Estoy viendo que mi entrada puede ser digna de película de Almodovar. Con lo que me gusta pasar desapercibida… Ya he confundido al camarero del bar (que eso ya sé en qué piso está) tres veces con el comercial de comunicación.

Yo es que no tengo remedio, el que vende la Coca Cola sobre todo que me identifique para cuando me tengan que reanimar. Mañana es mi primer día (fuera del bar) veremos si no me deprimo cuando me midan la masa no sé qué… Yo de masa, los panes de masa madre, y poco más.

Seguiremos informando.

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Images: Living Backstage

 

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